viernes

Conociendo Estados Unidos en familia

La vida está llena de sueños y pocas cosas hacen tan felices a las personas como el poder concretarlos.Este viaje fue precisamente eso, un sueño hecho realidad. Enero de 1999, un dólar americano igual a un peso: toda una utopía. Aprovechando ésa circunstancia sumado al hecho de que en aquellos días desde el punto de vista laboral estaba pasando por la “época de las vacas gordas” decidimos con mi esposa viajar en familia a EEUU. El viajar en familia no era una cuestión sencilla ya que implicaba ocho personas: papá, mamá, cinco hijos (tres varones y dos nenas) y mi madre que en aquel entonces tenía ochenta años.
La incipiente Internet
de 1999 me permitió planificar vuelos, alojamiento y actividades, además de permitirme ahorrar unos dolares.Como vivimos en Córdoba, decidimos salir directamente del aeropuerto local y viajar a través de Santiago de Chile. Debo confesar que estar al frente de un grupo de ocho personas no es una tarea fácil para quien, por más que le guste no es un profesional del turismo.
Y el sueño comenzó a hacerse realidad. Partimos de Córdoba rumbo a Santiago y de allí a Nueva York . Un comentario especial merecen los viajes en avión. Trasladar a la hora de la cena, la mesa de tu casa a diez mil metros de altura es realmente divertido: lo que a vos te gusta, lo que vos no querés … todo se comparte.
A primera hora de la mañana aterrizamos en el aeropuerto Kennedy de Nueva York y allí estábamos los ocho, equipaje en mano y en una helada mañana con nieve por todos lados. Nos habíamos organizado de tal manera que cada uno llevaba su valija y nos repartíamos la valija de la abuela. Pero el viaje no había terminado y debíamos llegar a la “gran manzana”. Y como lo teníamos previsto tomamos un “shuttle” (obnibus interno) gratuito que nos llevó a una estación de tren , el cual luego se convertía en subterráneo de Nueva York. Habíamos elegido un hotel frente al Madison Square Garden, ése año sin actividad basquebolística por un conflicto entre jugadores y empresarios. El metro, luego de una viaje de una hora rodeados de los personajes de la ciudad: de todos los rasgos, credos y religiones y ensimismados en sus walkman, libros, diarios y teléfonos celulares, algunos extrovertidos y otros por demás introvertidos, nos dejó a tres cuadras del hotel las cuales recorrimos caminando a las 10:00 de la mañana y haciendo rodar las valijas por esas hermosas calles.
Por la forma en que estaba conformado el grupo, el alojamiento lo organizamos sobre la base de una habitación doble para papá y mamá y dos habitaciones triples, una para la abuela con las nenas y otra para los tres varones.El hotel elegido era chico pero confortable y pintoresco. Un viejo edificio con los rasgos de Nueva York de la década del 40 en el que lo curioso eran los viejos e irregulares pisos de parquet de las habitaciones con graciosas pendientes hacia los costados.
De la experiencia en Nueva York los recuerdos más importantes que rescatamos son el frío, que obligó a mi madre a su edad a usar medias tres cuartos de algodón cosa que no había hecho nunca en su vida, las visitas a los museos, comer hotdogs y pretzels todos juntos en las escaleras del Museo Metropolitano en Quinta Avenida, la oportunidad de ver por última vez las “Torres Gemelas” apareciendo y desapareciendo bajo una espesa niebla –toda una postal para el recuerdo- y la frutilla de la torta ... patinar en el hielo en Rockefeller Center.

Y llegó el momento de dejar la Gran Manzana. En éste caso el medio de transporte elegido era el tren. La planificación que habíamos hecho nos permitía cruzar la calle que separaba el hotel del Madison, bajar las escalera y tomar allí mismo en Penn Station el tren a Washington DC. Un corto viaje y estábamos en la Estación de Trenes de Washington preparados para dirigirnos a nuestro hotel frente al famoso complejo edilicio de Watergate, lugar tan famoso en la presidencia de Richard Nixon. Subterráneo mediante, caminata bajo el sol de inivierno y nuestro nuevo hotel.Washington es una ciudad fascinante y un gran centro cultural. De más está decir que los días que pasamos alli los pasamos visitando los importante museos gratuitos que pululan por la ciudad: Museo Nacional del Aire y el Espacio, Historia Natural, Biblioteca del Congreso, Nacional de Historia, y recorriendo parques y paseos sin dejar de mencionar la impresionante estatua de Lincoln que vemos en tantas películas. Otra actividad interesante fue la visita a Alexandria, una hermosa ciudad detenida en el tiempo a la que llegamos en tren. Y a medida que el tiempo en Washington se agotaba, se acercaba el tiempo de la fantasía, dejando atrás lo cultural –tomado en el sentido del arte y de la historia-. Como se imaginarán nuestro próximo destino era la ciudad de Orlando y sus parques temáticos.Dada la distancia que separa Washington de Orlando y gracias a un pasaje super descontado y conseguido a través de Internet, viajamos en avión. Pero una vez más era necesario llegar al aeropuerto y los vuelos baratos suelen tener sus inconvenientes: no despegaba del Aeropuerto Reagan –casi en el centro mismo de la ciudad y frente a Cristal City- sino del aeropuerto de Dulles, el de las aventuras de Bruce Willis en Duro de Matar. Ese aeropuerto queda en Virginia y bastante alejado de DC. Pero, a ésa altura mis habilidades como “guía de turismo” amateur se habían ido perfeccionando y contraté una van dedicada para nuestro grupo que nos llevó a la estación aérea. Llegamos a Orlando por la tarde y allí teníamos reservada una van con capacidad para los ocho y los equipajes. Pero y siempre hay un pero, como habíamos salido a los apurones mi carnet de conductor había quedado en la guantera del auto en el garage de mi casa en Córdoba. Cuando me di cuenta, no en ése momento sino unos días antes pedí que me lo enviaran vía courrier al hotel de Orlando que teníamos reservado. Eso nos obligó a trasladarnos en taxi al hotel – no podíamos en Orlando seguir aprovechando las virtudes del subterráneo -, retirar el sobre con el carnet de conductor que afortunadamente había llegado y volver acompañado por mi hijo –el tercero- a la agencia locadora de autos que, obviamente estaba en el aeropuerto. La ley de Murphy … siempre presente. Alquilamos la van a la que cariñosamente bautizaron como “camión” e intentamos ir en forma rápida al hotel pero ya era de noche y como dice el dicho “de noche todos los gatos son pardos”. Como no podía ser de otra manera y por más que tratáramos de guiarnos por los mapas que te dan en las agencias nos extraviamos por lo que el viaje se hizo más largo de lo previsto y llegamos alrededor de las 22:00 horas. La familia ya estaba alojada y disfrutando de las piletas en el hotel. A la mañana siguiente y bien temprano todos arriba y sentados en el camión con destino a Magic Kingdom, luego siguió Epcot, Reino Animal y Universal Studios y el ciere en el mismo parque en el que comenzamos. Describir las vivencias en esos lugares es muy difícil pero lo cierto es que en los parques temáticos y cuando las personas disfrutan de la fantasía, las diferencias de edad parecen no existir y da lo mismo tener ochenta años –los de mi madre- que doce años –la edad de mi hijo menor en aquel entonces.Como complemento a los parques y en un día de descanso que nos tomamos, hicimos una visita a Daytona Beach en la costa en donde mis hijos, ayudados por la audacia que les da a juventud se dieron un baño en un día no muy cálido en la costa atlántica. Toda la vida me va a acompañar una imagen de la última noche del viaje y en el último parque al que fuimos, el mismo por el que empezamos: Magic Kingdom en Disney. El lugar, castillo de la Bella Durmiente, la hora, cierre del parque y fuegos artificiales. La alegría y el asombro en los rostros de quienes me acompañaban habían valido el esfuerzo. Como corolario del viaje, cambié cinco dolares americanos en cinco billetes de un dolar de Disney y le di uno a cada uno de mis hijos para que los cambien cuando regresen alguna vez a ése mundo de fantasía. Pasados los años, suelo ver en sus cajones y o billeteras esos billetes doblados y guardados como un recuerdo vivo de un sueño realizado. Con melancolía finalmente nos trasladamos a Miami en donde devolvimos el camión y avión de por medio regresamos a nuestra querida Córdoba que nos vió nacer.

3 comentarios:

Martin dijo...

La verdad que suena como un viaje hermoso el que hicieron, yo solo conozco nueva york que me parecio hermosa pero me encatnaria poder conocer tambien orlando

Mario dijo...

La verdad que los lugares que yo conocí cuando fui, eran NY, Disney y Boston. Son típicos lugares de la región este de EEUU que uno debe ir. El alojamiento en nueva york estaba en pleno centro lo que me permitía salir y ya poder estar rodeado de las luces típicas del Time square

Vero dijo...

Gracias por compartir esta info de viaje
Estoy pensando que en cuanto termine el alquiler del apartamento en Buenos Aires, antes de mudarme a otro lugar, quiero irme de viaje!
y bueno, una posibilidad es irme con mis sobrinos a Diseney
asi qe gracias por la data
saludos!